El colombiano da más de tres horas de show en Villa Amadeus, donde enamora y emociona con sus canciones
Miguel Ángel Arritola
Fotos: Martín Fuentes
No había mucho por hacer, todo estaba a pedir de boca, un público ávido de su presencia, un artista dispuesto a seducir a sus fieles y fervientes admiradoras con un canto que a capricho transitaba del pop, a lo norteño y del vallenato o a lo ranchero y al bolero.
Más de 300 personas aclamaron el canto de Botero en Villa Amadeus, en San Pedro, Garza García, donde el cantante colombiano ofreció la noche del viernes una velada cargada de romanticismo en su máxima expresión.
Cuando se posee una voz con ese potencial y esa tesitura que eriza la piel, no bastaba más que un piano y una guitarra, fieles cómplices de Botero para crear una noche mágica que el público aquilató durante cada segundo que el artista estuvo en el escenario.
Desde que apareció en escena , antes de las 22:00 horas, ataviado de manera casual, puso en claro que lo ahí se iba a vivir era una noche llena de nostalgia “solo para quienes están enamorados… o los que estuvieron”, señaló el artista.
Y así fue, arrancó con melodías como “Acaríciame”, con la que quienes llenaron el lugar, de inmediato se identificaron y premiaron con ovaciones.
Si el menú del restaurante Villa Amadeus era por demás exquisito, la selección de temas de Botero estuvo a la altura.
De manera por demás elegante recreó piezas de grandes compositores mexicanos como Armando Manzanero, Juan Gabriel, Agustín Lara y José Ángel Espinoza “Ferrusquilla”.
De Juan Gabriel tomó prestada “Se me olvidó otra vez” y de Manzanero “Somos novios”.
La generosidad vocal de Botero quedó a flor de piel cuando ejecutó una versión desgarradora de “A veces”, de la argentina María Martha Serra Lima, con quien Botero ha llegado a compartir escenario.
La entrega interpretativa de “A veces” logró que Botero se adjudicara la ovación más prolongada de la noche.
El público, conformado en su mayoría por representantes del sexo femenino, fueron audaces en sus piropos: “¡Estás bien guapo!”, “¡quítate la camisa!”, “¡ven a mi lecho!” ; Botero sólo se limitó a sonreír y dejarse querer.
Recordó a Agustín Lara con “Piensa en mí” y de “Ferrusquilla” presentó “Échame a mí la culpa”.
El encanto que ejerce Botero con su público es esa sensualidad que derrocha y que comparte con cada una de sus admiradoras.
Porque entre canción y canción, el colombiano va mesa por mesa para consentirlas con un beso o un abrazo.
Después de tres horas de show, donde también entró al terreno del bolero con una obra de Bobby Capó, “Poquita fe”, Botero anunciaba una falsa despedida, porque era obvio que sus fans no lo dejarían ir y él tampoco estaba en situación de hacerlo.
Le pidieron cantar a capella pero él ofreció “La diferencia” para después invitar al escenario a los gemelos Adrián y David, quienes le dieron a la noche un toque de bohemia que se prolongó pasada la medianoche.
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