Con su show Live in México, el puertorriqueño reafirmó que sus fans lo adoran y lo hacen sentir lo máximo, como anoche en la Arena Monterrey
Miguel Ángel Arritola
Foto: Andrea Jiménez
En la música no hay sexo y eso Ricky Martin lo sabe perfectamente, por ello, desde que se puso cara a cara con su público regio en la Arena Monterrey, el boricua bailó, cantó y se contoneó para ellas... y ellos.
De cuerpo atlético, actitud desenfada y percha de un jovenzuelo con gran ímpetu, Ricky abrió el show de manera ligera a las 21:21 horas con "Come with me" para luego invitar: "Shake your bon bon”.
En ambas dejó de manifiesto que bailar también es lo suyo.
El show es ágil y cargado de adrenalina pura, aunque siempre hay momentos para la melancolía, como en "Vuelve", tema en el cual Ricky reposó su voz e interpretó de manera discreta, sin tanta pasión pero sí con mucho sentimiento.
Después vendría "Livin´ la vida loca" y "Revolución", así como "It´s alright", trío de canciones que alcanzaron buen nivel de ritmo.
Las 12 mil 500 personas (cifra oficial) que se dieron cita en la Arena Monterrey, fueron cómplices perfectas de Ricky en su show Live in México.
El menú musical no fue el más afortunado, ya que había “baches” entre canción y canción, pero el público, con verlo agitarse de manera desenfrenada en cada cuadro musical, se dio por bien servido.
Ricky luce fresco, cada cambio de ropa le favorecía ya que su vestuario estuvo diseñado para explotar ese físico que no pierde oportunidad de presumir.
Cantó "Gracias por pensar en mí”, de manera lánguida, provocando que los ánimos bajaran de intensidad.
Pero de inmediato se percató de ello y sigilosamente agarró el micrófono y echó toda la carne al asador en “Tal vez”, donde recuperó lo perdido y sus fans agradecieron su justo interpretar, tan fue así que recibió una prolongada ovación.
Su vestuario fue sencillo, nada apabullante y sí muy práctico. Lo único que hacía entre canción y canción era cambiarse de playera y ponerse cada vez más cómodo.
Su contacto con el público fue poco, pero sustancioso: “¡Qué bonita noche, qué bonita ciudad!”.
Y añadió: “Yo les juro que voy a dejar el alma en este escenario. Voy a hacer lo que ustedes quieran”.
Llegaron "Tu recuerdo, y "Todo queda en nada" ambas atendidas con espléndidas ovaciones.
Al filo de las 22:45 un espléndido popurrí de “Fuego de noche, nieve de día” y “Volverás”, marcaban un preámbulo para una despedida.
Pero no es que el puertorriqueño entregara el alma ni dejara su sudor en el escenario, el programa ya estaba establecido y habría que seguir con su máximos temas bailables como “Lola”, “María”, “La bomba”, “Por arriba”, “Pegate” y “Cup of life”.
Aquí sus bailarines se lucieron a más no poder y el coach de “La voz… México”, pasó a ser una hermosa comparsa que astutamente seguía los pasos de su cuerpo de ballet.
Cerró a las 23:00 horas, pero el programa aún marcaba un tema más.
Ricky, con esa sonrisa tatuada y ese andar que en ocasiones se antojaba cansado, regresó tal y como su tema lo dice, “A medio vivir”, a cumplir y dar por terminado un show que sin duda alguna pudo haber dado mucho, pero mucho más.
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